Como institución con un evidente arraigo en la sociedad, nuestro Colegio debe trabajar para ser un referente en los distintos ámbitos que nos afectan, profesional, económico, social y cultural, de forma que la sociedad confíe en él y requiera de su capacidad para alcanzar soluciones acordes a sus necesidades.
Debemos convertir a nuestro Colegio en el socio natural y habitual de instituciones, administraciones y organizaciones de todo ámbito, capaz de acompañarlas en sus retos en cada momento.
El prestigio de la arquitectura está en horas bajas, nuestra actividad profesional ha sido devaluada y nuestro esfuerzo como profesionales no se valora como corresponde. Esto de debe a que, desde el desconocimiento, se nos hace corresponsables, en cierta medida, de la crisis pasada y también a que los arquitectos que acaparan el interés mediático oscilan entre quienes pertenecen al star-system o quienes han sido cómplices de la especulación más desaforada.
Corresponde por derecho propio a los colegios, trabajar por devolverle a la profesión su dignidad, en un momento en que, si bien es verdad que quizá no haga falta construir mucho más, se necesita el sentido común y la Arquitectura más que nunca.
En ese sentido, el Colegio debe ser ejemplar en la defensa de los valores de la arquitectura, modélico en sus argumentos y transparente en sus procesos. Futuro obliga.
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